Playa de Carnota
Con sus más de 7 Km. de longitud, está considerada como la más larga de Galicia. Con bajamar supera los 500 m. de anchura en algunos tramos. La zona de marismas y dunas da cobijo a gran variedad de aves migratorias y flora endémica. La superficie del sistema dunar es de 626.000 m².
El crecimiento de una extensa flecha arenosa en la desembocadura del río Valdebois ha creado uno de los espacios naturales de mayor interés ecológico y paisajístico de Galicia, la Playa de Carnota y las Marismas de Caldebarcos. Este espacio presenta un excelente estado de conservación. Para proteger su importante riqueza biológica y paisajística se ha creado el LIC Carnota- Montes do Pindo, declarado Zona de Especial Protección para las Aves.
Desde la Punta dos Remedios hasta la Punta de Caldebarcos, es decir, desde una punta a otra de la playa, se dan cuatro ecosistemas diferentes: la propia playa, una zona dunar, otra intermareal y las marismas de Caldebarcos formadas por la desembocadura del río Valdebois (“A Boca do Río”).
Ruta por la playa de Carnota y la Marisma de Caldebarcos.
La idea de la ruta ha sido la consecuencia de otras rutas de senderismo que he realizado este verano por diferentes arenales gallegos: la playa de xuño, la bahía de Corrubedo-Vilar, la playa de Area Maior, la isla de Ons y otras más que no he puesto por no aburrir. La consecuencia de todos estos maravillosos recorridos era acabar en la playa de Carnota, arenal de 7 kilómetros de longitud, considerada como una de las mejores del mundo.
El inicio de la ruta se puede realizar donde uno quiera, dado la gran cantidad de entradas que tiene este espacio natural. Yo elegí el más cercano a Lira, para poder disfrutar por la mañana del paseo al lado del mar, con la brisa y el olor característico de esta Costa da Morte, que ha visto naufragar a lo largo de los siglos a tantos barcos y ha visto truncada la vida de tantas gentes del mar.
A pesar de ser agosto y del buen tiempo, esta playa es ideal porque no hay aglomeraciones de gente en ningún punto de la misma.
Coincidí con marea baja, lo que hace más sencillo pasar la desembocadura de la marisma que hay en la parte posterior. Así en la parte sur desembocan en uno sólo los arroyos de Mallou, Maceiras y Rebanqueira.
Un poco más adelante tenemos la gran salida al mar de las marismas de Caldebarcos, Carnota, Boca do Río. Al ser marea baja no hay ningún problema en atravesarlos ya que no nos va a cubrir más arriba de la rodilla. Se nota la corriente y la gran cantidad de vida marina que hay.
Una vez superado a Boca do Río, seguiremos por la arena camino de Caldebarcos donde empezaremos ya a ver rocas que emergen del mar, anunciando el peligro de estas costas.
Entre casas de piedra, hórreos y barcas de madera, transcurre la vida de esta apacible aldea, cuyo nombre "cala de barcos", hace referencia a la ancestral actividad marinera de sus habitantes.
La aldea de Caldebarcos es conocida en la zona por la calidad y los buenos precios del marisco que ofrecen sus restaurantes, cosa que yo no pude catar ya que llevaba la comida en mi equipaje. En sus arrecifes se hundieron varias naves de la Armada Invencible en su viaje para conquistar Inglaterra en 1596.
Al final de la playa, tomaremos la plataforma de madera que nos conduce a las casetas de pescadores de Caldebarcos, un lugar donde la historia marinera de la Costa da Morte cobra vida.
Toda la zona fue rehabilitada por la arquitecta Elisa Gallego con la idea de conservar el uso de los alpendres de los aparejos de pesca. Es un sitio espectacular con una vista muy amplia desde el Cabo Fisterra hasta O Forcado, en Lira.
Desde la punta de Caldebarcos, podemos observar la playa de Insuela. Es un remanso de paz y tranquilidad, donde no se ve un alma. Buen sitio para retomar fuerzas y comer, acompañado de las gaviotas del lugar.
Después del descanso obligatorio, no sólo físico sino también para disfrutar de este paisaje agreste, comencé la vuelta subiendo al pueblo de Caldebarcos, por donde discurrirá la ruta durante unos metros.
Posteriormente volveremos a bajar a la playa, pero en este caso nos iremos hacia el interior con la intención de ver e intentar rodear las marismas. Al principio existe un camino marcado y señalizado que trascurre entre matorrales, pinos y juncos, pero poco a poco la senda desaparece.
Entonces uno se tiene que guiar por el gps, por los promontorios rocosos que hay y por la intuición. Hay que tener cuidado donde pisa uno, porque el matorral impide ver el suelo que en muchas ocasiones esconden charcas o canales.
Aprovechando la marea baja es más “sencilla” la ruta, ya que podemos acortar por medio de la marisma.
No hay que decir, que es conveniente llevar calzado variado: zapatillas, chanclas… ya que tendremos que ir cambiando de calzado si queremos llegar a buen puerto. La ruta siempre irá presidida por el monte Pindo.
Llegaremos en la ruta al punto de observatorio de aves de la marisma de Caldebarcos. En verano, debido al trasiego de playeros, es difícil ver las aves en su habitat, así que habrá que volver en otra época.
Si el día acompaña, que más vale, nos daremos una ducha placentera en todos los accesos a la playa.
En algunos momentos es mejor tomar los canales de comunicación de las marismas para poder avanzar, siempre con cuidado, dada la profundidad que tienen en algunos puntos. En algunos momentos, uno se siente como el protagonista de la serie el “último superviviente”, ya que no se ve a nadie alrededor y las condiciones del terreno no son las más adecuadas.
Sufriremos en nuestras piernas la dureza del terreno y de la vegetación que abunda. Aquí podremos comprobar la gran vida que tiene esta marisma, con multitud de peces, nécoras, aves…
Una vez que salimos a la entrada de Barrio Vilar, la cosa mejora ya que hay sendas que nos permiten volver al punto de origen.
Para los más atrevidos y, si el cansancio no hace mella todavía en nosotros, subiremos por la pista asfaltada hasta la Aldea de Carballal y desde allí, bajaremos a la playa de Cons, donde tendremos una vista impresionante de toda la bahía de Carnota - Caldebarcos.
Desde aquí tomaremos nuevamente la orilla del mar bravo y cogeremos una senda que bordea la costa hasta el punto de origen.
Imprescindible un baño en estas aguas, para quitarnos el calor del camino y darnos un pequeño homenaje.
Ruta muy recomendable, larga, con paisajes maravillosos, sufrida en algunos puntos, pero muy divertida.