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sábado, 15 de agosto de 2015

ISLAS BERLENGAS (PENICHE) - PORTUGAL

El archipiélago de las Berlingas está formada por tres grupos de islotes: Berlenga grande y cerro da Vela, islas estelas y Farilhôes-forcadas. La única habitada y a la que se puede accede por barco es a Berlinga, que es la mayor de todas.
La isla de Berlenga se encuentra a unos 15 kilómetros de la costa y, no os quiero engañar, pero el viaje de ida es un auténtico suplicio. 
El mar es muy bravo en esta zona y navegamos en contra de marea, por lo que el barco se movía como un corcho en el agua. A la entrada nos dieron una bolsa para cada uno, que yo inocentemente pensé que era para recoger los residuos que generáramos en la isla. Pero realmente era para el mareo.
Después de 45 minutos de auténtico suplicio, aguantando el mareo, la hipotensión y el vómito llegamos por fin al muelle de la isla. El salto a tierra fue nuestra salvación y nos tumbamos durante un rato en el muelle para recuperarnos de la travesía.
Al fondo del muelle, se ve el pequeño arenal que hay en la playa. No busquéis otro porque el resto de la isla está rodeado de acantilados.
La reserva natural de las Berlengas se puede considerar como la primera área protegida del mundo ya que el rey Alfonso V de Portugal, en 1465, prohibió cualquier tipo de caza en la Berlinga grande. En 1961 fue nombrado Reserva natural de las Berlengas.
Del muelle comenzamos a subir hacia el barrio de pescadores donde existe alguna cafetería y restaurante a precios moderados.
Desde la parte de arriba, nos sale una pista señalizada a la derecha que cogeremos para visitar la parte norte de la isla.
Probablemente esta zona es la más bonita, por ser la menos transitada por la gente y donde podremos gozar de unas magnificas vistas de los acantilados y de la gran población de gaviotas que encontraremos.
La Berlenga tiene unos 1500 metros de largo por 800 de ancho y 85 metros de altura.
Por otro lado, el canal de Nazaré, un valle submarino que llega a alcanzar los 4000 metros de profundidad produce una inmensa agitación que genera unas corrientes ascendentes cargadas de nutrientes que hacen de estas islas un lugar único.



Cuidado con no molestar a las gaviotas en esta época del año, porque están con las crías y si te acercas a ellas las madres te consideran una amenaza y las defienden.

Una vez que hemos dado la vuelta a la parte norte de la isla, siguiendo el camino marcado, volveremos hacia la zona media de la isla que es la parte más estrecha de la misma.

Nos toca pasar por el sitio más estrecho de la isla, donde podremos observar otro pequeño arenal, en este caso solitario, en la parte oeste de la isla, donde el viento sopla con violencia.

Al terminar la subida, llegaremos al Farol das Berlengas, de 29 metros de altura y visible a 50 Km de distancia. Fue bautizado como el Faro del Duque de Bragança.
Desde allí nos dirigimos hacia el sur de la isla. El camino termina en un punto donde hay una valla y una cuerda que nos impide el paso y una de las visiones más bonitas de la isla. Con mucho cuidado y respeto por el medio ambiente, con cuidado de las crías de gaviotas y de pisar donde no haya vegetación, seguí un poco más adelante para poder ver A Cova do Sonho, la gruta más impresionante de la isla con 20 metros de altura.


Una vez retomado el camino, vuelta sobre nuestros pasos para visitar el Fuerte de San Joâo Baptista.
Fue mandado construir por el rey San Joâo IV como puesto de defensa del territorio portugués.
Para llegar hasta él,  tendremos que descender varios cientos de escalones, algunos tallados en las rocas, bajo la atenta mirada de los verdaderos pobladores de estas islas que son las gaviotas.

El fuerte se encuentra en una pequeña isla independiente a la que se accede después de atravesar dos pequeños puentes.

Actualmente el Fuerte es un albergue gestionado por la asociación "amigos das Berlengas", donde se puede dormir por un módico precio.


Para regresar, no nos queda más remedio que volver a remontar toda la pendiente por los escalones, que en este caso nos parecerán incluso más, salvo que algún alma caritativa nos lleve en lancha hasta el muelle, cosa que no ocurrió.
Desde la parte superior podemos ver las aguas cristalinas que rodean a esta maravilla natural que nadie debería perderse.

De vuelta al muelle, no podía faltar el baño, con zambullida desde el muelle. El agua está fría pero no  como me imaginaba.
En la foto de abajo estoy decidiendo como volver a Peniche, si en el barco Avelar Pessoa (en honor al cabo António Avelar Pessoa que resistió junto con 28 soldados el ataque de una escuadra castellana de 14 naves y una carabela) o en piragua. Finalmente fue en barco, por supuesto.

El viaje de vuelta fue mucho mejor que el de ida. No repartieron ya bolsas, lo que auguraba menos movimiento y fue así. No nos mareamos ninguno.
Y además dejamos tranquilos a los habitantes de estas islas que nos miraban recelosos, escondidos detrás de la vegetación, por si nuestra intención era conquistar las islas.

La ruta que realizamos en la isla la podéis encontrar en wikiloc:
 http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=10381885

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